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Los domingos de elecciones mi papá escuchaba por radio los boletines de la Registraduría y hacía anotaciones en un cuaderno. Yo me quedaba parado en la puerta y me angustiaba porque sabía que en esas elecciones tampoco ganarían los candidatos que él apoyaba. Ahora pasa más o menos lo mismo pero mucho más rápido. La angustia dura mucho menos tiempo.

Otro recurdo. Popayán, viernes o sábado por la noche. Estoy con mi amigos que conocí cuando estaba en el colegio y no tenemos nada que hacer, como raro. Lo mejor que se nos ocurre es jugar dance dance revolution, pero una versión de los mismos fabricantes del Nichiman. La siguiente idea es, por supuesto, jugar también con el tapete del Nintendo. Conseguimos un tapete prestado y esperamos que podamos encontrar el viejo Nintendo. Compramos cerveza y papitas y vamos a mi casa.

Entramos sin preocuparnos por el ruido que estamos haciendo. Cierto, no dejábamos dormir a mis papás, pero ellos tampoco se molestaban. Todo lo contrario: veían si necesitabamos algo o si había suficiente gaseosa o papitas en la cocina (si no había, a veces iban a comprar más (!¡)), se quedaban un rato saludándonos y luego se iban pero quedaban pendientes de nosotros, incluso los escuchabamos reir de las bobadas que decíamos.

Corremos las sillas de la sala del televisor para jugar con el tapete. Busco en los cajones del mueble los controles y el Nintendo pero no los encuentro. “¡¿Pá, má, ustedes saben en dónde está el Nintendo viejo?!” Mi papá sale del cuarto, busca en unos armarios y luego llega con el Nintento. Nos ayuda a conectarlo y se va nuevamente.

De nuevo en Popayán, un domingo por la mañana. Me estoy despertando, deben ser más o menos las 10 u 11 de la mañana. Fuí ese fin de semana a visitar a mis papás a contarles que me estoy postulando para trabajar fuera de Colombia. Les digo que es un trabajo muy importante, una muy buena oportunidad, y un proceso de contratación largo y dificil. También les digo que por ahora no hay nada seguro y que todavía tendría que presentar más entrevista. Estoy estudiando para una de ellas, como si estuviera de nuevo en la universidad. Leo, hago ejercicios y resuelvo problemas. Le cuento a mi papá que pedí prestado un libro de la biblioteca que es muy bueno, pero que no se consigue fácilmente y que me gustaría tener. Ese domingo, me estoy levantando tarde y mi papá entra a la habitación. Me saluda y me dice que salió por la mañana a buscar una fotocopiadora y me entrega una copia del libro.

Bogotá, última semana del año. Estamos empacando las cosas y limpiando el apartamento. Metemos en cajas las cosas que voy a dejar en Popayán y nos hace falta una cuerda con qué amarralas. Mi papá sale a buscar una y yo sigo organizando las cosas con mi mamá. Después de una media hora llega con un rollo de cuerda buena, de la que no se corre cuando se hacen los nudos.

Me ayuda a organizar la maleta y a desarmar la bicicleta. Es muy tarde y ya se nota que tiene mucho sueño. Al día siguiente por la mañana vamos a la droguería a pesar. Las levantamos y las ponemos sobre la báscula a ver si las maletas pesan más de 20 kilos. A veces tose.

Ginebra, enero de 2008. Estoy frente a la estación de tren de Cornavin. Suena el teléfono; es mi papá. Pasaba por un puesto de llamadas internacionales y quiso ver si podía llamar a mi celular. Le cuento que estoy bien, que está haciendo frío y que sigo buscando apartamento. No hablamos mucho tiempo y nos pusimos de acuerdo para que luego habláramos por Skype.

Llego a mi habitación y hablo con él y con mi mamá. No recuerdo bien de qué hablamos, talvez sea algo sobre el trabajo o el invierno. Mi papá tosía. Eso sí lo recuerdo bien.

Febrero de 2008. Están limpiando la escarcha de las alas del avión. La niña que está sentada a mi lado grita “Apai”.

Creo que esos cuadernos todavía están en uno de los cajones de la biblioteca en Popayán. Deben de tener los datos de las varias elecciones de alcaldías, asamblea y congreso para el Cauca. Sería interesante analizarlos y hacer comparaciones, ver cómo se heredan los votos de una elección a otra. Me gustaría ver si se cumple la ley de Benford, identificar los candidatos que resultan ganadores en los mismos municipios y tratar de formar la red de apoyos entre ellos.

Me gustaría haber podido mostrarle todas esas cosas. Creo que él lo habría disfrutado mucho.